Desde los primeros instantes, Drácula, propuesta de La Infinita Compañía que se lleva a cabo en la Capilla Gótica del Centro Cultural Helénico, resulta diferente a otras adaptaciones de la famosa novela de Bram Stoker.
De entrada, por el entorno; este lugar construido en Ávila, España en el siglo XV, vendido al magnate William Randolph Hearst y adquirido en 1954 por el coleccionista mexicano Nicolás González Jáuregui, resulta idóneo para escenificar la conocida historia del conde de Transilvania que no se refleja en espejos y que se alimenta de sangre.
Precisamente, como primer cuadro de esta obra de danza contemporánea vemos a un hombre desnudo de cuerpo torneado (Raúl Tamez); aunque, más que una persona común, notamos que se trata de Drácula, quien claramente sufre por algo.
Después se nos van presentando los demás personajes principales y cuya actitud alegre contrasta con la del protagonista: Jonathan Harker (Carlos Coronel), joven que visita al conde Drácula por motivos de negocios; su novia: Willelmina Murray (Estela Carbonell); la mejor amiga de Mina: Lucy Westenra (Yazmín Rodríguez); su pretendiente: Arthur Holmwood (Pepe Jaimes) y Van Helsing (Far Alonso), un profesor holandés.
Aprovechando por completo el espacio, los bailarines entran y salen por diferentes puertas luciendo distintos vestuarios, como vestidos con flores o máscaras, diseñados por Oscar Ruvalcaba Pérez -también director creativo y coreógrafo del montaje- y realizados y adaptados por Adjani Valenzo y Mireya Alcántara.
Más adelante, llama la atención la entrada del personaje de R.M. Renfield (Luis Galaviz), paciente de un manicomio que ahora trabaja con Drácula y quien ejecuta movimientos precisos.
En cada escena en la que aparece Drácula luce llamativos vestuarios, como un saco rojo abierto que deja al descubierto su pecho, y sus apariciones se hacen aún más memorables gracias a la música de Phillip Feeney.
Una de las piezas musicales que se repite es «Für Elise», de Beethoven, que ayuda a remarcar el ánimo de los personajes.
Sin duda, uno de los números en donde más se luce la coreografía ideada por Ruvalcaba es precisamente en un baile en el castillo; en éste, los jóvenes parecen estar pasando un buen rato hasta que aparecen Drácula y Renfield para uno de los momentos más importantes: la transformación de Lucy luego de ser mordida por Drácula. En la novela, como Lucy es sonámbula, va siendo mordida poco a poco por el vampiro, quien le extrae la sangre para sobrevivir y rejuvenecer.
Finalmente, para el clímax de esta propuesta, Raúl Tamez y Estella Carbonell, como Drácula y Mina, se lucen en cada movimiento al ejecutar una pieza que refleja perfectamente el instante en el que Drácula muerde a Mina y le hace beber de su sangre, para que así ella quede ligada a él; momento que el coreógrafo que ha colaborado con el Instituto Nacional de Danza del INBA, Contempodanza, el Ballet Independiente, y el Ballet del Nuevo Siglo captura perfectamente.
Previo a la confrontación final con Drácula, los bailarines lucen algunos de sus mejores pasos para así concluir esta propuesta que, al igual que las distintas películas, series u obras de teatro, ayuda a preservar el mito del icónico vampiro.
“En este momento de cambio constante, de realidad calidoscópica, es muy importante y necesario retomar el mito, pues el mito nos cura, nos regenera y nos ayuda a darle forma y sentido a nuestro momento actual”, señala el programa. Y sí, como dicen, a veces necesitamos de las ficciones para encontrar significado para nuestras realidades…
DRÁCULA, Capilla Gótica del Centro Cultural Helénico, Revolución 1500, Guadalupe Inn. Viernes y Sábado, 19:00; domingo 18:00 horas. Loc. $597. Hasta el 25 de octubre. (Sur)
La propuesta cuenta con las medidas sanitarias: aforo del 30%, uso de cubrebocas, sana distancia y desinfección constante de superficies.
