Andrea es llamada a la dirección y después de varios reportes se le pide que vaya a terapia; ahí, como cualquier adolescente de 16 años, cuando la psicóloga le pregunta qué tiene ella responde que “nada”, aunque la realidad es que le está pasando todo…
Ella una joven inteligente que no tiene problemas para decir lo que piensa, pero sí para comunicarse con otros. En escena, la vemos con un uniforme escolar de falda gris, calcetines altos, tenis rojos, una sudadera amarilla que le queda grande y un gorrito anaranjado.
Y es que luego de que éste se enfrentara con su acérrima enemiga: la Malinche, ambos desaparecieron, por lo que el mundo se fue llenando de actos de maldad en los que se incluyen acciones de todo tipo, como que alguien pida su bebida con popote en Acapulco o que se compre atole en un vaso de unicel; porque Andrea es una joven muy consciente del planeta y quien tiene como gran motivador a la vaquita marina (uno de los mejores running gags de la historia).
La obra dirigida por Zelaya y producida por Once Once Producciones transcurre sobre una escenografía muy creativa y funcional de Sergio Villegas que, a manera de closet, incluye diferentes áreas que nos ofrecen una ventana hacia el universo de Andrea: pizarrones, cajones, pantallas de TV que nos muestran videos que complementan la historia (con diseño multimedia de Diego Espinosa), y repisas en donde vemos figuras de acción, como la del propio Chuchoman.
En uno de los pizarrones, Andrea contabiliza todas las ‘cosas que no se dijeron y que debieron haberse dicho’, pues, admite, quizá sus problemas mejorarían de tener mayor comunicación. En otro momento enlista también lo que le causa conflicto: la inminente extinción de la vaquita marina, las irregularidades del servicio postal, la exagerada disciplina en su escuela y la escala de las cosas; quizá una de las que más nos aplica, pues algo que a nosotros nos puede parecer gravísimo, a otro le da francamente lo mismo.
La joven empieza a recibir cajas misteriosas con olor a quemado que le hacen pensar que su padre podría estar vivo, así decide emprender una aventura junto a su mejor amigo ‘Jhovanni’ para intentar encontrarlo en Nueva York. Este personaje, también interpretado por González Bello, es otro de los mejores valores de la obra: un joven poeta que escribe haiku, practica artes marciales y que tiene un acento, y una naturalidad, hilarantes.
La obra progresa de manera divertida con su aventura por la Gran Manzana y se pone seria tras el descubrimiento de los verdaderos y corruptos orígenes de Chuchoman, cautivando en todo momento gracias a la naturalidad y encanto de una joven ordinaria que toda la vida ha batallado por ser la hija de un ser extraordinario.