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Que no se culpe a nadie de mi muerte

Fotos: Alfredo Millan @millanfoto

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Una tragicomedia que provoca la risa como un acto para enfrentar la violencia, una que al parecer nunca acaba en un pasado, presente y además generacional. Majo Pérez, interpreta a una mujer joven que está a punto de cometer un acto en contra de su propia existencia (suicidarse) y que una llamada, quizá, pueda evitarlo. El  abuso, la discriminación y un exacerbado amor propio son algunas de las temáticas que se presentan en la pieza; son cuatro personajes muy cercanos a su vida, y que a modo de monólogo nos narra en una especie de crónicas de la obra y vida de cada una de ellas. “Que no se culpe a nadie de mi muerte” es una distopía, si bien es cierto que se dice: “que la decisión es autónoma de quién la ejecuta, pero también hay factores en su entorno que inciden a que lleve a cometer el acto”, luego entonces, sí hay culpables para que una persona se abandone de sí misma; estereotipos, la presión social y el ingenuo despojo de la propia persona dejando su destino en manos del otro.

Foto: Alfredo Millan @millanfoto

Cada uno de los personajes presentan diferentes aspectos de la ansiedad y de la depresión; son mecanismos que cada uno emplea como una forma de defensa, es una infancia no mirada, una que no fue escuchada ni querida por un entorno violento enmascarado en una aparente normalidad pero, de la violencia ejercida, de un universo femenino que pasa de largo por una falta de responsabilidad siendo así, que el dolor incluso se convierte en sarcasmo de una introyectada culpa. Un amor ofrendado que siempre es menospreciado.   

Majo Pérez y su gran capacidad histriónica en una metamorfosis de los personajes de (una hermana drogadicta y bisexual, una madre alcohólica e intolerante, una abuela judía vacía racista y ortodoxa, una monja y las atrocidades de la iglesia), convierten la tragedia en una comedia ácida para denostar la parte oscura de la sociedad sistémica: ortodoxa, dogmática y hegemónica en las prácticas de abuso físico, psicológico y de las causas que desencadenaron los hechos. Es un metalenguaje simple pero preciso para hacer conciencia sobre la violencia de género, el maltrato físico y de las lamentables consecuencias de las acciones perpetradas.

Foto: Alfredo Millan @millanfoto

Es una forma de suavizar a través de la comedia realidades paralelas de historias de vida (difíciles), de realidades ocultas que hacen daño y que inclusive puede desencadenar en el segundo fatídico. Un calibre de escritura ambivalente de Humberto Robles con una dirección de Sergio Arroyo e interpretada por Majo Pérez,una actriz adaptativa que logra conectar con su público de atormentados personajes con decisiones fatales y finales absurdos, donde la comedia hace su aparición justamente en esa oblicuidad de lo irónico donde se vale reír de la muerte y, por increíble o broma que sea; la vida depende de un ¡timbrazo!

Para los que decidieron quedarse en las noches frías de la gran Tenochtitlan de aparente calma por la culminación de un año más, puede presenciar una forma de reírse de las tragedias y que les espera una gran actriz en un pandemónium de emociones. 

Se presenta en un jueves especial como último, del año 2022, en el Teatro Ofelia a las 20:30 hrs. Diseño de vestuario, Dora Pulido; iluminación, Sergio Arroyo y Paco Carrillo; música, Emiliano Mancera, producción de Sias Producciones.

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